En realidad, se trató de una tormenta pero que tuvo todas las
características que tienen los huracanes terrestres, con el agregado del típico
estilo de Saturno, un planeta sin accidentes geográficos que puedan detener el
paso de estos fenómenos.
Los científicos encargados del estudio de imágenes obtenidas por la sonda
Cassini, pudieron observar, sorprendidos y maravillados, el andar de esta
tormenta, a la que han denominado como una “bestia”.
Repleta de truenos y relámpagos, dio la vuelta a su mundo durante ocho
meses, y luego de recorrer 300.000 kilómetros se desvaneció al encontrarse con
su propio origen, situación única, nunca antes vista en ningún planeta del
Sistema Solar, e imposible de imaginar, por ejemplo, en la Tierra.
La gran tormenta se desarrolló en el hemisferio Norte de Saturno,
alimentándose del aire caliente de la atmósfera gaseosa del planeta; el 5 de
diciembre de 2010 fue detectada, cuando comenzaba a moverse hacia el Oeste, y
terminó por extinguirse 267 días después, el pasado 28 de agosto, cuando se
mordió la cola.
Según el artículo publicado por la revista especializada Icarus, la
potencia de la corriente ascendente de este huracán era tal que habría
alcanzado para chupar todo el volumen de la atmósfera de la Tierra en 150 días.
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